“¿Llamaste al señor que quería la reforma del ático?”, me pregunta. Antes de respondermi mente se fuga hasta el momento preciso en que me dio la orden. Yo archivaba lospapeles y me dije: “Apenas termine, lo hago”, y luego pase a otra cosa, y a otra, hasta estemomento, en que mi jefe, visiblemente molesto, me…
La conoció en Internet. Durante los primeros días se enviaban mensajes de correo, y finalmente acabaron chateando y viéndose en las pantallas de sus ordenadores a través de sus cámaras web. Desde el primer momento, se había establecido entre ellas un lazo de amistad, que las llevaba a pasar varias horas de cada jornada contándose…
«Tiempo con mamà» por Rita Relata «Mañana será otro día» por Miguel Andrés Calle Feria macabra del libro por Héctor Daniel Olivera
El sol se esconde tras el muro y dejo de sentir su calor en mi espalda, es casi el final de otra tarde como tantas. Dos pajarillos se posan sobre mi hombro desnudo y al mecerse la hierba con el viento me hace cosquillas en los pies. En especial un lirio blanco que ha crecido…
—¿Eres mi papá?—No, bonita, no soy tu papá —le contesta él sin más explicaciones.Sus ojos marrones y dulces lomiran con una mezcla de curiosidad y confusión, con la sábana tapándole hasta la naricilla respingona. La mañana ya clarea y la luz se cuela por los visillos de la ventana. Ella se levanta con dificultad, ayudándose…
Poco a poco empiezan a aflojarse las correas. Son necesarios unos tirones secos a un lado y al otro para hacer hueco dentro de la camisa. Después, con la mano que ya tiene fuera, saca la aguja del orificio de una de las correas que tiene a su espalda. Parece que la circulación vuelve a…
Llovía a cántaros. Llevaba así desde primera hora de la mañana y no parecía que fuera a escampar en todo el día. Las azoteas de los edificios apenas se veían a través del chaparrón. Desde el ventanal de la casa, Maribel miraba hacia la fortaleza de La Mota sin llegar a atisbarla. Abajo, los coches…
Dulcinea, aunque nadie se atreve a llamarla ası́ en el pueblo, peina sus largos cabellos grises en esta hora frı́a del anochecer de otoño. Se encuentra sola, en su recámara, frente a un espejo algo roto, enmarcado en una tabla oscura y severa que denota su pertenencia a una casa más importante, pero que, vaya…
Alcanzar la vejez y haber procreado en el trayecto no debería otorgarle a uno la condición de abuelo, ni mucho menos. Florencio, con sus rubicundos mofletes y su barba blanca, nunca resultó la afable versión de San Nicolás que cualquiera de sus nietas, entre las cuales me incluyo, hubiéramos deseado, más bien todo lo contrario….
Llovía a cántaros. Llevaba así desde primera hora de la mañana y no parecía que fuera a escampar en todo el día. Las azoteas de los edificios apenas se veían a través del chaparrón. Desde el ventanal de la casa, Maribel miraba hacia la fortaleza de La Mota sin llegar a atisbarla. Abajo, los coches…