Llevaban dos horas sentados uno al lado del otro en aquel vuelo internacional. Se gustaron desde el momento en que él le ayudó a guardar su bolso en el maletero. Ella miraba por la ventanilla con los ojos apuntando hacia la nada y la mente llena de ideas calientes. Él solo ansiaba que ella volviera a pedirle permiso para pasar, esa intensa cercanía banal de un inocente roce de piernas, le seducía en extremo.
Matías Sánchez
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