La señora Ma Ángeles cada día paseaba por delante de la tienda de animales. Tuvo el antojo de una mascota, y le suplicó a su intransigente esposo que no demorada más sus deseos de adquirir una perrita “Marilín”. Las Marilín son esos pequeños perros Yorkside cuyas amas y amos adornan con un repipi lacito en la cabeza. Se dice de ellos que les gusta lamer y relamer cualquier cosa pringada de mermelada; partiendo de esta premisa el derroche de fantasía se sobreentendería, y el esposo se negó rotundamente a satisfacer el capricho de su señora. Dar rienda suelta a la imaginación libidinosa sería conceder poder, lo cual frustraría la posición varonil del enfermizo marido.
Xavier Hernández
Leave a Reply