—¿Eres mi papá?
—No, bonita, no soy tu papá —le contesta él sin más explicaciones.Sus ojos marrones y dulces lomiran con una mezcla de curiosidad y confusión, con la sábana tapándole hasta la naricilla respingona. La mañana ya clarea y la luz se cuela por los visillos de la ventana. Ella se levanta con dificultad, ayudándose de sus fuertes brazos, todavía un poco desorientada.
Laura Blanco Villalba
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