Abro los ojos. La pequeña lamparita azul sobre su mesita de noche me permite entrever lo que hay a mi alrededor. Está dormido, después de una larga noche de insomnio y de deambular por la casa parece que ha sucumbido a los brazos de Morfeo. Anoche decidí no discutir, lo dejé hacer, hoy es sábado y no madrugo. Hoy no tengo que salir a las cuatro y media como cada día. Atravesar la ciudad bajo tierra, disfrazada con el uniforme de una empresa de limpieza. Mochos, escobas y demás utensilios descansan en los cuartos de aguas a la espera del lunes. Cuartos de aguas tan oscuros como este lugar.
Marta Carón Peña
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