Cuando recobré el sentido, estaba en la cama de un hospital. Me dolían hasta las pestañas. El médico me informó que había estado a punto de matarme y que, gracias a Dios, solo tenía roto el fémur de la pierna derecha, dos costillas, el cúbito y el radio del brazo derecho y habían tenido que coserme una brecha en la cabeza, con siete grapas. Por suerte, solo tenía eso, me dijo con una sonrisa paternal.
Francisco Artacho Arjona
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