La miró dormida en el sillón. La cabeza ladeada sobre un hombro, el pelo blanco cortado
a lo chico y las gafas sobre el pecho que se balanceaban al ritmo pausado de su
respiración.
Un libro reposaba abierto sobre su falda.
Una oleada de ternura lo invadió. Sí tenía sus años, pero él siempre la recordaba como la
conoció: cabello largo sobre la espalda, ojos risueños color del trigo, y risa pronta.
Ha llovido mucho desde entonces.
Rafi Bonet
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