Relat d’octubre: “Los minutos más largos”

Veintisiete minutos tarde. Para veintiocho. No hay mejor manera para controlar un reloj que escrutarlo frente a frente, a solas, en una misma sala de esperas. De esta forma es posible percibir cada uno de los movimientos del engranaje interno que permite el acoplamiento perfecto de un diente cóncavo y otro convexo, suscitando dicho ajuste un movimiento circular intermitente que posiciona las manecillas denominadas horario y minutero. Definición académica; no se me escapa ni un tac.

Aunque lo que sí que se me escapa es el dichoso tic. El músculo orbicular de mi ojo izquierdo se contrae involuntariamente cuatro o cinco veces, lo que hace tomar conciencia de que es realmente el reloj quien me controla a mí.

Ignacio Jones Camacho


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