Juan apura su segundo coñac apostado en la barra del bar sin atender apenas al partido de fútbol que emiten por el televisor. Un viejo Sony Black Trinitron que lagrimea churretes de aceite, consecuencia del arduo trabajo de la freidora durante catorce incesantes horas al día, recalentando pancetas con sabor a cebolla pochada. Todavía le duele el costado, pero confía en que a medida que trascurra la noche, el malestar remita. Pide su tercer Magno. Prisa no tiene y tarde no es. O sí.
Pedro Luís Méndez Sánchez
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