El cuerpo cargado de tripa de aquel médico avanzaba hacia mí poniendo en riesgo la verticalidad a cada nuevo paso que daba. Su semblante marmóreo, adornado con un cojín de grasa que bailoteaba bajo el mentón, daba muestra inequívoca de que la noticia que iba a recibir no iba a ser del todo gratificante.
Sin ningún tipo de preámbulo inició una serie de frases que parecía tener que medir.
Miguel A. Calle Sempere
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